Amada que te recuerdo, piel tallada y suave,
Labios obligados al beso húmedo del pecho,
Oscura a veces, descubierta entre mis dedos,
Rasga tu mirada mi otro yo, el más oculto,
Cavando una herida de azul remordimiento,
Después de volcarme para volverme sombra
Adherida al duro y sinuoso perfil de tu cuerpo.
Entonces, mi corazón se vuelve voluta de humo
Que se escapa en la suavidad de tu adentro
Rodolfo Calderón Vivar febrero de 2010
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