caudal de multitudes y sombras,
luces y lenguas congeladas
cada mañana.
Mi rostro prueba vientos del sur,
hundido en el coto siniestro
de mi automóvil alterado
por el tráfico.
Pensamientos sonámbulos rebotan
en empañados parabrisas
que me separan mi mundo
y el horizonte.
Neuróticos instantes de lucha
perenne con la tríada de luces
del semáforo agotador
de mi paciencia.
Sol de otoño que busco ahora
escapando a las sombras
de presagios extraños
en mente.
Sensiblemente me turban
aquellos recuerdos soberbios
de las turbias oquedades
de la noche.
Termino soñando, despierto.
azarosos contenidos
en profundos inconcientes
inasibles.
¿Para que la vida? ¿Por rutina?
¿Para qué estos caminos extraños
recorridos si el sol se esconde
a diario?
Aclara, lector, este acertijo
vital de por que las sombras
son en este mundo la única
certeza,
Rodolfo Calderón Vivar


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