para Clara López Jiménez
Hoy imaginé en la ventana que veía tu rostro
reflejado en el horizonte entre el vidrio y la niebla;
aspiré la húmeda neblina del dominador verano
y besé el viento fresco, como si fueran otros labios.
No había hoy dolor en mi alma, ni miedo, ni angustia.
Los rayos de sol pregonaban nuevos tiempos,
azulados brochazos del inmenso cielo atisbaban
entre iridizadas nubes transformadas en lo inmenso.
Creí en ti, creí con fuerza, creí en tus palabras
resonantes aún aquí en mi pecho, cuando flotamos
como naufragos en el mar de nuestros alientos.
Creí en ti, sigo creyendo, el día repasa mis ideas
y deja lecturas variadas de futuros inciertos
al garete de un mensaje azaroso tuyo enviado
al buzón de un amor que se resiste a estar muerto.
Quien si no tú, alma gemela, comprendes lo que soy,
Seré y he sido, luz y oscuridad, brisa y tormenta,
Voz de multitud, ermitaño en la caverna, príncipe
Fugaz en reinos concedidos por ominosos dueños
De fuentes que derrochan aguas de poder y de riqueza.
Quién si no tú, me ha visto andar por los caminos
Largos y estrechos, cortos y amplios, por donde
Transcurre cada espacio, cada acción y cada tiempo
Registrado en tus luminosos ojos, escenario perfecto.
Por eso, de nuevo te contemplo en el imaginario reflejo..
No estás aquí, pero avanzas en la niebla fría que arde,
persistente, penetrante, al roce de mi pecho
como una llamarada inexorable que me incendia.
Rodolfo Calderón Vivar
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lunes, 24 de agosto de 2009
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