jueves, 18 de noviembre de 2010

Credo ut intelligam


Credo ut intelligam


A Delia Itzel


Al sentir el abandono de mí mismo
al azar de las fuerzas del destino
pronuncio el nombre que no olvido
aprendido con fuerza desde niño

Dios, la palabra ante  al abismo
no importa cuán bajo haya caído.
Dios, esperanza de fe absoluta
pese a estar triste y abatido.

 ¿Me preguntas qué ha pasado?
¿Qué señal esperas de mí ahora? 
Cual puede ser sino una sola:
 creer en Dios y eso me basta.

Si por él tu vida fue plena
No importará entonces  la muerte.
Por él  germinaste semillas
que darán vida para siempre.

Yo  creo en ese Dios magnífico
que  pacientemente aguarda
al final del túnel, guardián sereno
de una luz de perdón eterna.

 En torno tuyo,  esas  miradas
tienen la luz de su presencia.
Cada una es una  puerta abierta
por las que Dios te observa.


Rodolfo Calderón Vivar                                18 de noviembre de 2010



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