abre tu ombligo a mi encarnada espada,
déjame soplarte, breve y cauto,
por todas tus hendiduras blandas.
Escurriré por la suavidad de tus laderas,
toda mi sangre convertida en agua,
serás pretil desbordado por mi ansia,
pozo sin fin que de mí se atraganta.
Abrazados, los dos seremos uno, Ileana,
como una sombra al atardecer, sobre el río,
seremos tierra y agua, juntos en el lodo,
mezcla húmeda del pantano, absorbidos.
Rodolfo Calderón Vivar


© 2009 All Rights Reserved.
No hay comentarios:
Publicar un comentario