martes, 1 de septiembre de 2009

Poema de la Despedida

 A mi maestro, Michael G. Moore
Esta ciudad inmensa y rotunda

por cuyas avenidas
avanzan
soledades repletas de
gente,
por cuyos callejones
las historias anónimas trascienden
cada umbral de vida,
cada umbral de muerte.

Donde he aprendido que los minutos
valen
tanto o más que el oro,
que la velocidad no importa,
siempre es tarde...
tarde para vivirla,
tarde para nombrarla.

Entre la piedra y la huella lacustre,
inmensa, ciudad de bruma oxidada,
asida, inmemorial,
al colonial gris de España
que sepultó de Aztlan la senda,
perviven, eco de voces conectadas a
vínculos de cobre que atan
esperanzas
con nudo de culturas,
lo que obliga a la pregunta:
¿Fuimos la aldea global que profetizó
McLuhan o fuimos dialogadores eléctricos
emuladores de Homero?


Rodolfo Calderón Vivar    Ciudad de México   septiembre de 2004

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