A mi maestro, Michael G. Moore
Esta ciudad inmensa y rotunda
por cuyas avenidas
avanzan
soledades repletas de
gente,
por cuyos callejones
las historias anónimas trascienden
cada umbral de vida,
cada umbral de muerte.
Donde he aprendido que los minutos
tanto o más que el oro,
siempre es tarde...
tarde para vivirla,
tarde para nombrarla.Entre la piedra y la huella lacustre,
inmensa, ciudad de bruma oxidada,asida, inmemorial,
al colonial gris de España
que sepultó de Aztlan la senda,
perviven, eco de voces conectadas a
vínculos de cobre que atan
esperanzas
con nudo de culturas,
lo que obliga a la pregunta:
¿Fuimos la aldea global que profetizó
McLuhan o fuimos dialogadores eléctricos
emuladores de Homero?
Rodolfo Calderón Vivar Ciudad de México septiembre de 2004
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